jueves, 27 de noviembre de 2008

PENA DE MUERTE Y LOS CRIMENES DE ALAN GARCIA

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Un presidente a la altura del sistema corrupto y en crisis total.
"El Perú quiere disciplina y un gobierno sólido y firme. Aquellos que violan y destruyen la patria merecen la máxima energía y sanción", recientes declaraciones del presidente García. Si alguien en el Perú esperaba que el segundo gobierno de Alan García seria mejor que el primero (1985-1990), se equivocó de cabo a rabo. El 28 de julio del año pasado se sentó en el palacio presidencial y no había pasado ni 30 días y ya estaba vociferando sus planes ultra reaccionarios y antipopulares. Desde el saque planteó aplicar la pena de muerte, primero para los violadores de niños (esto fue un pretexto) y después para los que el considera “terroristas”.
El caso de García, no es un problema de esquizofrenia, megalomanía u otra enfermedad mental como algunos lo sugieren en el caso del presidente del Perú. Podría haber algo de esto pero no es lo fundamental. El problema de fondo es político y se relaciona principalmente a la profunda crisis social y política del Perú, y a la actual situación internacional cuyo centro de gravitación es la política criminal y de guerra que impone el gobierno de los Estados Unidos.
Cuando García concluyó su desastroso y corrupto gobierno de 1985-1990, fue acusado de robos, coimas, enriquecimiento ilícito, crímenes de guerra y de organizar grupos paramilitares. Como un vulgar bandolero salio huyendo del Perú. Según su propia versión corrió por los techos y finalmente pudo escapar de las manos de la policía. Se refugio en Colombia y después recaló en Francia. Desde el extranjero y en buen recaudo grito que las acusaciones contra él eran simplemente un complot de sus enemigos. Cuento viejo de todos los tipos de su calaña, que roban, matan y después se presentan como pobres victimas políticas. ¿Y el crimen masivo de junio 1986, cuando bajo sus órdenes el ejército y la policía asesinaron a 300 prisioneros de guerra?. ¿Y los crímenes cometidos por el comando “Rodrigo Franco que su ministro del Interior organizó durante su primer gobierno?. El abominable régimen de García fue catalogado a nivel internacional como uno de los gobiernos más brutales y criminales de la región. Así por ejemplo, la organización norteamericana Human Rights Watch lo señala en una reciente carta (julio de 2006) dirigida a García Pérez:
“Durante su anterior mandato, miles de peruanos perdieron la vida, víctimas de atrocidades cometidas por grupos irregulares armados y por agentes del estado. Los grupos irregulares armados atacaron de manera implacable y deliberada a civiles, quienes en su mayoría pertenecían a los sectores más vulnerables de la sociedad. Las fuerzas de seguridad muchas veces respondieron ejecutando o haciendo “desaparecer” a individuos sospechosos. De hecho, el número de desapariciones forzadas en Perú durante esos años fue, de acuerdo a las Naciones Unidas, mayor que en cualquier otro país del mundo”. (Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, Director Ejecutivo para las Ameritas, Washington, D.C., 26 de julio de 2006).
Desde su guarida de Paris dirigió las riendas del reaccionario partido Aprista y concluyó una alianza subterránea con el régimen mafioso de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. Los juicios penales en su contra fueron escondidos y camuflados en el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), y con ello quedó con la puerta abierta para regresar triunfante y glorioso al Perú donde le esperaba el sillón presidencial. Pero con Fujimori no solo fue un pacto político, sino también de apoyo económico, y de esa manera el APRA se beneficio del dinero sucio que manejaba Vladimiro Montesinos. El mismo Agustín Mantilla brazo derecho de García y ex ministro del interior del régimen aprista se encargó de ser el nexo entre Montesino, la CIA y Alan García Pérez. Un video gravado por el mismo Montesinos en el cuartel del Servicio de Inteligencia Nacional, en el momento que Mantilla recibe los paquetes de dólares, dinero que provino del narcotráfico y que sirvió para sostener la campaña electoral del APRA.
Gracias al apoyo de Fujimori y Montesinos, Alan García se sacudió temporalmente de las acusaciones en su contra, y regreso al Perú limpio de “polvo y paja. A partir de ello no tuvo ningún problema en iniciar su nueva campaña electoral caminando sobre los cadáveres de miles de ciudadanos peruanos asesinados por las hordas militares que se organizaron en su primer gobierno. En junio del 2006 ganó las elecciones presidenciales, y no solo con los votos del APRA sino también con el apoyo del partido de Fujimori. Martha Chávez, Absalón Vásquez y otros militantes de la dupla Fujimori-Montesinos, llamaron a votar en la segunda vuelta por Alan García. Así una vez mas se sellaba con broche de oro la alianza entre mafiosos, y es en esta alianza donde hay que buscar las razones para que el Estado peruano no “pueda” concretar ninguna denuncia consistente contra Fujimori, que ahora vive confortablemente en Chile y donde se prepara para regresar triunfante al Perú.
García es una especie de cínico patológico, y desde su campaña electoral hasta su discurso inaugural ha tomado al pueblo como una banda de idiotas. No ha dejado de ofrecer un país de maravilla y de plenas comodidades. Borrón y cuanta nueva dijo, y en su discurso de toma de posición de la presidencia, “señaló que la reducción de la pobreza sería una de sus prioridades”. Pero la realidad es la realidad, y en los pocos meses que lleva en el gobierno la miseria, la desocupación, la desesperanza de los pobres ha ido en aumento. Las huelgas y las paralizaciones laborales se suceden diariamente, una de ellas es la que acaban de ejecutar los 280 mil maestros de primaria y secundaria que se vieron empujados a esta luchar para protegerse de los intentos del gobierno de corporativizar el magisterio peruano.
Alan García, un contorsionista al estilo del Perú, hace noticia a cualquier precio. No había acabado de hablar de proteger a la “familia peruana” “como “embrión fundamental de la sociedad”, cuando fue obligado a presentarse a la televisión para reconocer sus andanzas extra matrimoniales y un hijo clandestino no con la “primera dama”, sino mas bien con una amante de primavera. El ridículo que hizo García en esta presentación pública (23 de octubre 2006) resultó grosera y mostró que las clases políticas del Perú están en el mas bajo nivel de la moral, la ética y del respecto hacia la población. Pocos peruanos olvidaran este rancio teatro callejo. Alan García de la mano con Pilar Nores, la “primera dama”, declaró que tenía un hijo en la calle y que la madre del pequeño era una mujer “extraordinaria, inteligente y maravillosa” era, dijo García, esos seres que pocas veces nacen en Perú. El rostro inmutable, seco y sin vida de la pobre señora Pilar de García, que aguantaba estoicamente las estupideces del marido cambio de color, y nos imaginamos que hablando con ella misma odio al manganzón que tenía al costado. Este circo oficial solo se pudo comparar con las borracheras y payasadas del general Luis Sánchez Cerro, un ex presidente de facto del Perú que en 1933 murió asesinado a mano de un militante del partido aprista. Este militar golpista cuando se pasaba de tragos salía a la plaza de armas (al costado del palacio) y ahí en medio del gentío bailaba marineras y hasta se pasaba de mano con las mujeres que de casualidad se cruzaban en su camino.
LA PENA DE MUERTE
Pero Alan García no hace solo circo, sino también hace dramas y melodramas políticos. Ahora resulta que quiere aprobar la pena de muerte para los “terroristas”. Extraño planteamiento en un cuadro donde la subversión y luchas guerrilleras han sido completamente derrotadas. Lo que queda como guerrilla, es un pequeño grupo errante (retazo de lo que fue el Partido Comunista del Perú) que junto con esporádicas acciones armadas plañideramente plantea un “acuerdo de paz”, de la misma forma que lo hace desde 1993 Abimael Guzmán.
La aplicación de la pena de muerte en Perú tiene un solo objetivo: salvar el pellejo de Alan García Pérez. Exigir la sanción capital tiene entre sus propósitos cuestionar y negar la autoridad de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que acaba de sancionar al Estado peruano por crímenes cometidos contra prisioneros de guerra en la cárcel de Canto Grande en 1992 durante el gobierno de Fujimori. Frente a esta decisión internacional, el gobierno de García se ha ubicado como firme defensor de los crímenes de Fujimori, y respecto a ello Javier Valle-Riestra, actual congresista del APRA, y ministro de Justicia en el régimen del mafioso Fujimori, ha declarado suelto de huesos, que la decisión del Corte de San José de Costa Rica (sobre la matanza de Canto Grande) “favorece a terroristas de Sendero Luminoso y sus familiares”, en tal razón propuso usar la sentencia de esta corte como "declarativa y no ejecutiva" algo si como papel higiénico.
Si la pena de muerte, ya sea para “terroristas”, o violadores de niños, se incluye en las leyes del país, el Perú tiene que retirarse de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que funciona en Costa Rica. Eso es lo que esta buscando Alan García. ¿Por qué?. Si Fujimori ha sido acusado de crímenes por la matanza de 1992, con mayor razón esta Corte debe sancionar los abominables crímenes que Alan García Pérez ordenó en 1986 en tres prisiones del Perú, cuyo saldo fue más de 300 prisioneros eliminados. En una sanción de Costa Rica hay que imaginarse al Perú con un presidente en ejercicio acusado no del asesinato de una persona, sino de la matanza planificada de 300 personas. La vergüenza histórica seria lo de menos en este caso en tanto en Perú hace siglos que este elemento de la conducta humana y social ha desaparecido. Lo grave seria que una sanciona por crímenes de guerra contra el tal García, mostraría con toda claridad el infecto sistema político peruano donde cualquier criminal, ladrón, violador y aventurero puede llegar al cargo máximo del Estado

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