La vida es una putada. Alguien la definió alguna vez como una contínua sucesión de decisiones. Pero claro, hay decisiones y decisiones...
Decidir si sales a correr o en bici, parece fácil. Decidir si comes carne o pescado, parece fácil. Decidir si te acuestas ya o terminas de ver la peli, parece fácil. Incluso decidir si quedas con esa persona que parece que te atrae, también puede resultar relativamente fácil... aunque cuando entran en juego los sentimientos la cosa se complica ¿verdad?. Luego llegan decisiones más trascendentales, porque marcarán tu vida de una forma intensa... asuntos como qué carrera estudiar, la búsqueda de empleo, la casa que compras, la persona con quien compartirás tu vida... esas son las decisiones importantes... los hijos... decisiones que, cuando te enfrentas a ellas, sabes que no es una simple decisión más, sino que lo que decidas en ese preciso instante de tu vida va a marcar tu día a día durante muchos años, quizás para toda tu vida...
Y... ¿qué ocurre cuando uno se encuentra en un momento de su vida en el que sospecha intensamente que se le acaba el plazo para hacer la apuesta definitiva?...
Cuando uno siente que tiene en su mano los últimos cartuchos, quizá para meses o un año, dos como mucho, para tomar la decisión que determinará el resto de su vida, por larga que vaya a ser...
Cuando uno sospecha que puede cometer un terrible error conformandose con la rutina diaria, confiando ciegamente en que ocurrirá un cambio inminente que nos sacará del infierno, confiando en que finalmente su tesón, su empeño, su eterna paciencia darán su fruto... un año de estos... vaya usted a saber cuándo... si ocurre...
Cuando uno se siente terriblemente tentado de dar un volantazo, un golpe de timón, que saque su barco de esta tempestad interminable, que solo amaina para coger fuerzas y volver cada vez más violenta... y poner rumbo a... ¿a dónde? ni idea... al menos a mar abierto, quizá para quedar a la deriva para siempre... quizá para encontrar un puerto que le reciba, o una bonita isla... no sé...
Y qué hacer cuando tu conciencia te tiene las manos encadenadas, lejos de ese timón, de forma que sientes como esa tempestad te azota con violencia, y esas cadenas te impiden dar el giro que te sacaría de ese tormento... unas cadenas que no te ves capaz de romper, unas cadenas que mantienen a flote ese barco... unas cadenas que piensas que si rompes, el barco no resistirá la tormenta y se hará pedazos... un barco que tanto quieres, que tanto te ha dado, al que tanto has dedicado, y que siempre querrás...
Qué hacer entonces?
Qué hacer?
Qué?
NAGORITO52
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