La chica del Blind Date apareció en el cielo como una centella. Brilló y movió los mecanismos adecuados para desatar una pequeña tormenta y alimentar la caja de ilusiones que está acordonada a mi cabeza. Como idea lucía igual de buena que físicamente. Lo que no encajaba muy bien, y que en los últimos tiempos ha sido una constante en mi vida amorosa, es que en unos meses se irá a Canadá a hacer una maestría.
El asunto empezó cuando un pataza mío me llamó desde Toronto para informarme del hallazgo.
- ¡Rusca, te va a encantar!, ya le hablé de ti y son el uno para el otro, en serio, además hace un mes terminó con su enamorado, o sea que está con las defensas bajas. Agrégala al Facebook y háblale en una, loco, en una.
Seguí sus instrucciones, después de todo, Pervert ostenta entre nuestros patas el título honorario de maestro retirado en las artes de la seducción. Él ha estudiado y clasificado numerosas técnicas afines, entre ellas las famosas Digitales - de probada eficacia - y las Digitales con mordida de nuca y apretada de cintura, que son una variante de las primeras pero con resultados más interesantes aún.
En fin, Pervert vive desde hace años allá con su esposa canadiense y no se bien como conoció a esta chica. Pero algo me hace sospechar que sus intenciones no eran del todo desinteresadas.
- Además, yo le he dicho que tú manejas tus negocios a control remoto y que como las huevas te vienes a vivir acá.
Pervert pendejo. Como si yo fuera a tropezar dos veces con la misma piedra. Me lanza una carnada apetecible para pescarme vulnerable, a sabiendas de mi debilidad por la adrenalina, los viajes largos y los romances idílicos. ¿Qué pretende?, ¿que me vaya a hacerle compañía en ese frío espantoso que tan bien conozco?, no pues, paso, gracias tío, pero ya estoy curado (o al menos eso creo).
- Ya huevón no jodas, por lo menos conócela, pero eso sí, pórtate bien, que es una chica linda, un buen prospecto, no apures las cosas, tómatelo con calma y sobre todo, acuérdate Rusca, y esto es muy importante, por ningún motivo revientes al conejo.
La teoría del Cazador de Conejos (a la que le dedicaré un tratamiento exhaustivo posteriormente) dice que si lo que el cazador busca es comerse a su presa debe tener en cuenta dos condiciones propias de esta: 1. fragilidad y 2. rapidez.
Un disparo apurado, a quemarropa, puede o bien reventarlo y arruinar la mayor parte de la carne o ahuyentarlo despavoridamente. El juego es complicado, cada conejo es incierto, pero el arte de la cacería radica en saber identificar el momento apropiado para jalar el gatillo, esperar el instante perfecto en que el conejo está relajado, distraído, confiado. Ahí es cuando el cazador, agazapado, centinela, diestro, percute el arma, anula la distancia magistralmente y consagra su arte.
Ahora, también existe otro tipo de conejos (y esto lo saqué de "Two and a Half men" y en vez de conejo era venado), que es el que te quita la escopeta, se dispara, se sube al techo de tu carro y se amarra a la parrilla. A ese tipo de conejo poco frencuente, que llamaremos Conejo en Bandeja, es difícil no comérselo, no requiere mayor pericia por parte del cazador y es ideal cuando la jornada ha sido infructuosa o hay escasez. Pero ese ya es el extremo opuesto de la teoría y no creo que sea el caso.
Superando este pequeño paréntesis teórico prosigo con el relato de la chica del Blind Date. Después de aceptarme en el Facebook esperé un par de prudenciales días para soltar el primer ¨hola¨. Hacerlo fue abrir la compuerta principal de una cámara presurizada. Durante cuatro días el flujo de tururuns del MSN fue incansable, aparentemente la chica estaba bien interesada y me enganché apenas me envío "Tha Captive mind", canción de The Helio Sequence, grupo que hasta entonces era desconocido para mi y que ahora me resulta imprescindible. (digamos que ese, además del post anterior, fue el mejor legado que me dejó)
Yo le pasé "All your sisters" de Mazzy Star que, tal cual sus palabras, era exactamente el tipo de música que le gustaba. Musicalmente hubo clic total.
Acordamos una cita. Un Blind Date. Aunque, hoy por hoy, con toda la tecnología, hablar de una verdadera cita a ciegas es pedirle peras al olmo. Bien escaneados que nos teníamos. Pero al menos hagámosla tipo una película, - ¿que dices?
- Ya, ¿que propones?
- Al atardecer en el Samoa de la Herradura
- ¿Qué es eso?
- Un club legendario que debe estar en ruinas, pero tienes que llegar en un Cadillac convertible del 41, con el pelo al viento como Ingrid Bergman en Notorious.
- Mmm, tengo unos anteojos de sol vintage, un pañuelo rojo de mi abuela y mi carro tiene unos arañones bien rangers, ¿funciona?
- ¿Tiene sunroof?
- Nop.
- No se, ah...
- Tranquilo pues Cary Grant.
No prosperó esa idea. Finalmente, y después de barajar varias opciones, acordamos el encuentro para la noche siguiente en el Regatas.
El escenario era ideal por varios motivos: seguro, tranquilo, y fácil de escapar. Llegamos puntuales, ambos nos estacionamos a la misma vez. Hicimos contacto visual e inmediatamente nos sentimos cómodos.
La chica estaba linda, tenia el pelo oscuro y ese lunar gracioso en la mitad de la boca. A diferencia de la última chica con la que salí, esta era efusiva y conversadora. Digamos que tuvo la posesión del balón durante la mayor parte del partido, y no me molestaba. Me divertía oírla. Felizmente comimos rápido porque las chelas se me subieron al toque y si no me hubiera propuesto ir a caminar por el malecón habría empezado a lanzar incoherencias.
A pesar de estar esos días con una infección en los ojos que me impedía usar mis lentes de contacto habituales, - y que ahora que lo pienso se asocia extrañamente a la idea de una cita a ciegas – durante las cuatro horas que estuvimos juntos el malestar paso inadvertido. Fue rara la sensación de estar usando anteojos en ese momento. Como si en lo agradable del paseo en el que saltaron innumerables gustos en común y coincidencias prometedoras debiera leer entre líneas algún mensaje oculto y sospechoso.
No tengo dudas de que ambos nos gustamos físicamente y estábamos con las pilas bien puestas para rodar un Blockbuster. No fue amor a primera vista ni tampoco era que la química borboteara descontroladamente, esas cosas uno las reconoce en el acto, pero no importaba porque igual había ganas, estábamos evidentemente afanados y no teníamos nada que perder.
La cita a ciegas había coronado exitosamente varias horas de chateo. Se pintó como un buen inicio y propició la partida de una cacería atolondrada que duraría apenas dos semanas.
(Continuará)
Les dejo el primer cortometraje que dirigí y escribí hace ya como 10 años. Hace poco me di con la sorpresa - y me sentí halagado también, debo reconocerlo - que había sido pirateado por los alumnos de una Universidad de Huancayo (el remake está en YouTube con el mismo título). El de ellos supera al mío largamente en visitas pero a ver si les vacila y les hacemos un poco de competencia
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