martes, 5 de enero de 2010


"Es un lugar común decir que la primera impresión que produce cualquier contacto -aun el más distraído y casual- con la cultura del Japón es la extrañeza. Sólo que, contra lo que se piensa generalmente, este sentimiento no proviene tanto del sentirnos frente a un mundo distinto como del darnos cuenta de que estamos ante un universo autosuficiente y cerrado sobre sí mismo. Organismo al que nada le falta, el Japón vive de su propia sustancia". Mas allá de su profunda reflexión acerca del horror -la contienda bélica representó para Japón tanto una trágica destrucción material como la desaparición de una forma de vida-, los lectores occidentales encontrarán en la literatura nipona del siglo XX la cita recurrente a una tradición estética milenaria -ese universo autosuficiente y cerrado que lee Octavio Paz en Tres momentos de la literatura japonesa-. Ya que desde el exquisito El libro de la almohada y el sensual Genji Monogatari, pasando por la Escuela de las nuevas sensibilidades hasta la bananamanía contemporánea, en palabras de Y. Kawabata "la literatura no hace sino registrar sus encuentros con la belleza".

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