Vacío, existencial y de estómago.
Lombriz como único habitante
del vasto espacio interior.
En las noticias, su imagen sin mirada.
En las conciencias citadinas, la culpa.
En las empresas, las cajas de Incaparina...
apilándose como soluciones mágicas
a un problema viejo.
¿Morirá?
Seguro, si no lo mata el hambre, lo hará el olvido.
Cuando se acabe el tema en los diarios,
cuando la culpa quede saldada,
¿quién se acordará del niño?
¿A quién le importa su nombre?
Fue noticia alrededor del mundo la crisis alimentaria que explotó en Guatemala el mes pasado... organizaciones públicas, privadas, comerciales, académicas, religiosas, artísticas, de todo el país se volcaron al corredor desértico de nuestro país (donde las milpas deseosas de lluvia se secaron esperando) para repartir atoles, cereales, frijol, arroz, maíz, aceite, agua y toda suerte de soluciones para palear el hambre...
Pero las cajas de cereales tendrán que vaciarse algún día y los granos no serán suficientes para un fenómeno que los guatemaltecos hemos visto aparecer, reaparecer y reaparecer desde que esta servidora tiene memoria...
No bastará la ayuda humanitaria, las plegarias se quedarán cortas y definitivamente el demonio del hambre volverá a aparecer en tanto no hagamos algo al respecto...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario