sábado, 28 de noviembre de 2009

EL GRAN PREFACIO DEL LIBRO DE LAS ODAS

al libro de las odas «Guanju» representa la virtud de la Reina Consorte y es el principio de la sección llamada «Vientos». Como con este poema se puede tener influencia sobre el mundo entero y se pueden corregir las relaciones entre esposo y esposa, se lo emplea primero para la gente de las regiones, y después para la gente de los ducados y los reinos. «Viento» significa «enseñar». Con los «vientos» se los conmueve, y con la enseñanza se los transforma. El poema (shi) es el lugar adonde van las aspiraciones. En el espíritu son aspiraciones; pero cuando se ponen en palabras pasan a ser un poema.
Las emociones, entonces, se producen en nuestro fuero interno y toman forma en palabras. Como las palabras por sí solas no alcanzan, las suspiramos; como tampoco alcanza con suspirarlas, las cantamos –y sin saberlo empezamos a danzarlas con nuestras manos y nuestros pies. Las emociones se disponen así en la voz, y cuando la voz adquiere un patrón regular, se puede hablar de tonos. Los tonos de una época de orden son tranquilos y alegres: su gobierno está en paz. Los tonos de una época de desorden son de queja y enojo: su gobierno va en contra de las reglas. Los tonos de un país destruido son de lamento y reflexión: su pueblo sufre.
Así, si se quiere corregir la presentación de los logros y de las faltas, si se quiere mover Cielo y Tierra y conmover los espíritus, nada mejor que las Odas. Los reyes de la antigüedad las usaban para regular la relación entre esposa y esposo, para inculcar la piedad filial y el respeto, reforzar la eticidad de las relaciones humanas, embellecer la enseñanza y transformar a las personas, y mudar, finalmente, las maneras y costumbres. Por eso las Odas tienen seis formas de sentido: los «vientos»; la exposición de hechos; la comparación; la evocación; los himnos; los elogios.
Los superiores transforman a los inferiores por medio de los «vientos», y es también por medio de los «vientos» que los inferiores critican a sus superiores. Si el que habla sigue un patrón bello para criticar, no está cometiendo ningún delito, y con esto ya le alcanza para dar una advertencia a quien lo escucha. Por eso se llaman «vientos».
Ahora bien, cuando el camino real entró en decadencia, cuando los ritos y el sentido de lo justo se descompusieron y el gobierno y la enseñanza se perdieron, y cuando cada país tuvo su propia política y cada casa sus propias costumbres, se crearon «vientos» e himnos alterados. Los historiadores de cada país comprendieron bien las marcas de los logros y de las faltas; se dolían de la desaparición de la eticidad en las relaciones humanas y se lamentaban del peso del gobierno y de los castigos y penas; cantaban sus emociones para criticar a sus superiores; llegaban a entender que las cosas habían cambiado y sentían nostalgia por las viejas costumbres. Por eso los «vientos» alterados se producían en las emociones y se asentaban en el ritual y el sentido de lo justo. Que se produzca en las emociones forma parte de la naturaleza del pueblo; y que se asiente en el ritual y en el sentido de lo justo forma parte de la herencia de los antiguos reyes.
Así, cuando los asuntos de un solo Estado se atan a las raíces de un solo hombre, se llama a esto «vientos». Cuando se habla de los asuntos del mundo entero y se da forma a los hábitos de las Cuatro Direcciones, se llama a esto «elegancias», que quiere decir «lo correcto» y que habla del auge o de la decadencia de la política real. Y así como hay política «grande» y política «pequeña», hay también «elegancias grandes» y «elegancias pequeñas». En cuanto a los «himnos», son ellos los que nos dan las formas para embellecer una virtud grandiosa y los que informan a los espíritus del Cielo y de la Tierra sobre los logros de esta virtud. A estas cuatro secciones de las Odas se las llama los «Cuatro principios» y son la extrema perfección de la poesía.

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